Enemigos íntimos


No alcanzan las manos para sacarse de encima
a estos bicharracos.
Intrigados por mis aventuras patagónicas, amigos y conocidos me han interrogado infinidad de veces sobre la peligrosidad de la fauna autóctona. E igual cantidad de veces les he respondido que tales amenazas no existen. No hay serpientes, no hay arañas venenosas, no hay insectos transmisores de enfermedades, y la escasa fauna huye -y con justa razón- ante el paso del hombre. Los únicos que rompen las pelotas, y con admirable entusiasmo, son los insoportables tábanos.
Están en toda la cordillera patagónica, los muy malditos. No tenés escapatoria. Por si esto fuera poco, estos bichos se han repartido territorio dividiéndose a su vez en "chilenos" y "argentinos". La especie vernácula es del tamaño de una abeja, pero con tonalidades más bien grisáceas. Los vecinos trasandinos asustan; lucen espalda color azabache, pechera amarilla y son el doble de los nuestros. Parecen aceitunas negras con alas y aguijón. De todas maneras no hay que confiarse; estos turros se ríen de los controles fronterizos, y cada tanto se cruzan a uno u otro lado de la cordillera sin hacer aduana ni mostrar pasaporte.
Nadie conoce mucho acerca de los tábanos, pero hay algo seguro y lo he comprobado yo mismo: entre diciembre y enero te violan. Así como lo digo. Durante el resto del año ignoro a dónde van. Se esconden, se mueren, se van a Miami, andá a saber... En lo que a mi respecta, no me agarran más. Salvo causa de fuerza mayor, la Patagonia jamás me verá el pelo durante esta época del calendario.
Cuestiones estacionales y de agenda al margen, es bueno tener en cuenta que las variables climáticas influyen, y mucho, en el comportamiento de estas alimañas voladoras. Se puede decir que el viento, el frío y la lluvia los mantienen a raya. Pero si brilla el sol y hace calor... ¡¡¡preparate para la guerra, hermano!!! Y no existen repelentes, si es lo que te estás preguntando a esta altura del relato. Algunos afirman que determinados colores los atraen, que otros los alejan... Todas leyendas urbanas. Científicamente no hay nada probado.
Sin ayuda de la tecnología, entonces, ajusticiarlos por cuenta propia es tarea sencilla, pero requiere rapidez y decisión. Si bien son más pesados que moscas y mosquitos cuando de escaparle al manotazo se trata, tampoco son tan giles como para quedarse a esperarlo. Para mi gusto, el método más limpio consiste en aplicarles una palmada corta y seca, dejar que se desplomen en el suelo, y una vez allí saltarles encima con toda la furia. Y es importante pisarlos, porque, contrariamente a lo que parece, los tábanos casi siempre caen vivos, y tras recuperarse del atontamiento vuelven otra vez a romper los quinotos. La palmada demasiado violenta, en cambio, constituye un método sucio, no la aconsejo. Los tábanos, sin duda, fallecerán en el acto, pero te quedarán como un huevo frito sobre la piel o la ropa. Y la mano enchastrada, obvio.
Hay otros métodos más sofisticados de exterminio, pero no me animo a divulgarlos. Horrorizaría por igual a ecologistas y genocidas.

Comentarios

No, no llegaron al extremo del "dunga-dunga", pero te quiero ver con veinte tábanos corriéndote de atrás para arrimarte el aguijón? ¡Flor de trauma te queda!
Unknown dijo…
Hola. Los tábanos "grises" son iguales en Argentina y Chile. Los de panza roja-naranja, son más grandes, se encuentran más en Chile ("coliguachos"). Los grises pican más seguido, fuerte y doloroso. Hacia fines de enero ya no están más. Hay varios trucos para minimizar la molestia. Mientras menos te agitas, mejor para vos. Usar ropa clara, poner un trapo azul a unos metros de la carpa (les encanta el azul), NO uses AXE, los repelentes NO sirven, instalá tu carpa a varios metros de los ríos o lagos. Saludos!
Gracias por los consejos. Saludos.

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