Otro cruce de cordillera y van...
Febrero de 2007. El valle del río Cochamó, en la X Región de Chile, fue dejando de ser un misterio a partir de información que fui recopilando de algunos recovecos de internet. Y no fue poca: un refugio para escaladores, pobladores amables y la posibilidad de cruzar hacia Argentina. Hasta allí, entonces, me aventuré con Sandra, una amiga que hacía su debut en este duro oficio de cargar una mochila.
.
.
.
No hay peor cosa para un trekker que ser sorprendido por la lluvia a mitad del sendero. Esto significa caminar mojado, temblando de frío, y pisando barro cuando no directamente hundiendo las patas en charcos color chocolate. Y juro que no daba la sensación de que se nos iba a caer el cielo encima al momento de iniciar la travesía, justo allí donde la ruta que bordea el estuario de Reloncaví cruza el río Cochamó. Pero era la cruel realidad.
Ese bello almuerzo que habíamos imaginado sentados junto a un arroyo, fue reemplazado por un lastimoso y desprolijo picnic debajo de un árbol que nos arrojaba más líquido que el cielo mismo. "No es siempre así", trataba de explicarle a Sandra, mientras gruesos gotones impactaban sobre las galletitas con atún. Si algo le sobraba a mi compañera antes de empezar la caminata era entusiasmo, y temía que se le estuviese escurriendo como el agua a través de la huella.
Luego de chapotear unas 7 horas siguiendo la margen norte del río Cochamó, aparecimos por fin en La Junta, sitio donde el río del mismo nombre desemboca en el anterior. Hay quienes llaman a este lugar el "Yosemite Chileno" y no están tan errados: paredes de granito, algunas de hasta 1000 metros de desnivel, se alzan para donde uno mire. Es un paraíso de la escalada en roca y abundan los gringos. Una pareja -ella argentina y él norteamericano- se ha afincado con su pequeño hijo en esta bucólica pradera y ofrece camping, comidas básicas, y un refugio rústico para cocinar y hacer sociales. Acampamos y aprovechamos el calor del fogón para secar las cosas.
Ese bello almuerzo que habíamos imaginado sentados junto a un arroyo, fue reemplazado por un lastimoso y desprolijo picnic debajo de un árbol que nos arrojaba más líquido que el cielo mismo. "No es siempre así", trataba de explicarle a Sandra, mientras gruesos gotones impactaban sobre las galletitas con atún. Si algo le sobraba a mi compañera antes de empezar la caminata era entusiasmo, y temía que se le estuviese escurriendo como el agua a través de la huella.
Luego de chapotear unas 7 horas siguiendo la margen norte del río Cochamó, aparecimos por fin en La Junta, sitio donde el río del mismo nombre desemboca en el anterior. Hay quienes llaman a este lugar el "Yosemite Chileno" y no están tan errados: paredes de granito, algunas de hasta 1000 metros de desnivel, se alzan para donde uno mire. Es un paraíso de la escalada en roca y abundan los gringos. Una pareja -ella argentina y él norteamericano- se ha afincado con su pequeño hijo en esta bucólica pradera y ofrece camping, comidas básicas, y un refugio rústico para cocinar y hacer sociales. Acampamos y aprovechamos el calor del fogón para secar las cosas.
.
Un amanecer gris pero sin lluvia nos alentó a seguir internándonos en el valle. El estado de la picada no había variado en absoluto: fango de todos los colores y charcos insalvables, excepto en los tramos más críticos donde se habían colocado listones. "Van a encontrar harta agua", nos advertían trágicamente los pocos que venían en sentido contrario. Nos daba gracia; como si nosotros viniéramos del desierto de Atacama. La vegetación en estos rincones de Chile es muy cerrada, por lo que uno jamás se entera por dónde cuernos anda o si se perdió. En algunos lugares, la erosión causada por el paso de los caballos había dejado la huella a más de 2 metros de profundidad, lo que daba la sensación de estar entrando al más oscuro de los avernos.
Atrás dejamos los ríos Traidor y Valverde y, cumplidas las 6 horas de marcha desde La Junta, llegamos a un sector denominado El Arco. El porqué del nombre estaba a la vista: el río homónimo se precipitaba en cascada por debajo de un arco de piedra, sobre el cual se aferraba un solitario alerce. Un centenar de metros más allá del río encontramos un refugio municipal equipado con fogón y capacidad para unas 20 personas. No le sobraba un gramo de confort, pero, como suelo afirmar siempre en estos casos, el cansancio y las inclemencias del tiempo hacen de cuatro paredes y un techo un lujoso cinco estrellas. Allí nos quedamos.
Atrás dejamos los ríos Traidor y Valverde y, cumplidas las 6 horas de marcha desde La Junta, llegamos a un sector denominado El Arco. El porqué del nombre estaba a la vista: el río homónimo se precipitaba en cascada por debajo de un arco de piedra, sobre el cual se aferraba un solitario alerce. Un centenar de metros más allá del río encontramos un refugio municipal equipado con fogón y capacidad para unas 20 personas. No le sobraba un gramo de confort, pero, como suelo afirmar siempre en estos casos, el cansancio y las inclemencias del tiempo hacen de cuatro paredes y un techo un lujoso cinco estrellas. Allí nos quedamos.
.
.
Bien temprano nos despedimos de un grupo de chicos chilenos y, continuando dentro de ese sorprendente marco de coihues y alerces, pusimos proa a nuestro siguiente objetivo: el lago Vidal Gormaz. El camino seguía sin desniveles y a los pocos minutos de arrancar nos topamos con un cartel que señalaba la dirección correcta hacia el lago. Verlo era crucial; una pifiada nos mandaría de cabeza a la Quebrada de los Morros, una vieja ruta llena de troncos caídos y posibilidades de extravío garantizadas.
Nuestra huella se disparó hacia arriba, con la consiguiente e inseparable trilogía formada por barro, charcos y profundas cárcavas. Ocurre que el Vidal Gormaz pertenece a la cuenca del río Manso y debíamos atravesar el paso o divisoria de aguas. Al trasponer la brecha descubrimos a una enorme y bella laguna, y a dos más pequeñas. En la primera es posible acampar en caso de necesidad. Abandonamos el sector de selva valdiviana e iniciamos el descenso hacia la cabecera norte del lago. El bosque era realmente hermoso y la huella más seca.
Desembocamos en una extensa pradera con corrales, un puñado de casas y el lago como telón de fondo. Allí recibimos la bienvenida de Tito Bahamonde y su esposa Amandina Velázquez, legendarios moradores del lugar. Nos dieron asilo en un galpón, y más tarde la patrona nos preparó la cena. Dentro de la casa también estaban comiendo cuatro caballeros de Osorno, quienes habían llegado hasta el Vidal... ¡¡¡en ultralivianos!!!
Nuestra huella se disparó hacia arriba, con la consiguiente e inseparable trilogía formada por barro, charcos y profundas cárcavas. Ocurre que el Vidal Gormaz pertenece a la cuenca del río Manso y debíamos atravesar el paso o divisoria de aguas. Al trasponer la brecha descubrimos a una enorme y bella laguna, y a dos más pequeñas. En la primera es posible acampar en caso de necesidad. Abandonamos el sector de selva valdiviana e iniciamos el descenso hacia la cabecera norte del lago. El bosque era realmente hermoso y la huella más seca.
Desembocamos en una extensa pradera con corrales, un puñado de casas y el lago como telón de fondo. Allí recibimos la bienvenida de Tito Bahamonde y su esposa Amandina Velázquez, legendarios moradores del lugar. Nos dieron asilo en un galpón, y más tarde la patrona nos preparó la cena. Dentro de la casa también estaban comiendo cuatro caballeros de Osorno, quienes habían llegado hasta el Vidal... ¡¡¡en ultralivianos!!!
.
El lugar ameritaba un día de descanso y lo tomamos. El clima cambió favorablemente y aprovechamos ese tímido calor para bañarnos en un arroyo. No fue fácil desprender la mugre acumulada durante esos tres días de humedad y lodo.
Pasamos esa jornada tomando fotos y haciendo sociales. El ambiente era inmejorable. A nuestra visita, se sumó también la de una simpática familia de Puerto Montt que había llegado a caballo desde el Camino de los Vuriloches. En rueda de mates charlamos sobre apariciones y sobre la supuesta presencia de un "monstruo" que viviría en el lago. Durante ese día y medio Amandina fue como nuestra madre y nos sentimos súper halagados.
Pasamos esa jornada tomando fotos y haciendo sociales. El ambiente era inmejorable. A nuestra visita, se sumó también la de una simpática familia de Puerto Montt que había llegado a caballo desde el Camino de los Vuriloches. En rueda de mates charlamos sobre apariciones y sobre la supuesta presencia de un "monstruo" que viviría en el lago. Durante ese día y medio Amandina fue como nuestra madre y nos sentimos súper halagados.
.
.
Con pena dejamos a los Bahamonde y salimos a pelearle al cordón que separa al Vidal Gormaz del valle de río León(1). Para avanzar más rápido, uno de los hijos del matrimonio -Augustito- nos cargó las mochilas en una mula y, montado en su yegua, desde adelante nos marcaba la ruta. Los tres perros de la familia encontraron interesante el paseo y se acoplaron a la peregrinación. Pero el hombre propone y el cansancio dispone. Sandrita a estas alturas venía floja de motor, lo que provocó un enroque anunciado: mi amiga al caballo y el hijo menor de los Bahamonde a continuar de infantería.
El punto más alto del cordón nos recibió con otra porción de bosque maravilloso y nos regaló una vista espectacular del valle del río León. Por el norte alcanzaban a asomar las nieves eternas del cerro Tronador.
A partir de aquí la huella comenzó a precipitarse poco más que dibujada sobre una pared, por lo que el animal que cargaba con la humanidad de Sandra no quiso saber más nada con la excursión. Augustito pegó la vuelta y nos arreglamos solos para el delicado y empinado descenso.
En un par de horas aterrizamos. El suave valle del río León bajaba en dirección norte-sur, y en partes parecía haber sido diseñado por un paisajista. Intentamos apurar la marcha pero no pudimos evitar llegar al paraje limítrofe de El León alumbrándonos con la luna. En ese mismo lugar el río le entrega sus aguas al Manso, que apenas unos metros antes traspasa la frontera desde Argentina hacia Chile.
.El punto más alto del cordón nos recibió con otra porción de bosque maravilloso y nos regaló una vista espectacular del valle del río León. Por el norte alcanzaban a asomar las nieves eternas del cerro Tronador.
A partir de aquí la huella comenzó a precipitarse poco más que dibujada sobre una pared, por lo que el animal que cargaba con la humanidad de Sandra no quiso saber más nada con la excursión. Augustito pegó la vuelta y nos arreglamos solos para el delicado y empinado descenso.
En un par de horas aterrizamos. El suave valle del río León bajaba en dirección norte-sur, y en partes parecía haber sido diseñado por un paisajista. Intentamos apurar la marcha pero no pudimos evitar llegar al paraje limítrofe de El León alumbrándonos con la luna. En ese mismo lugar el río le entrega sus aguas al Manso, que apenas unos metros antes traspasa la frontera desde Argentina hacia Chile.
.
Acampamos esa noche entre el puesto de Gendarmería y la casa de Etelvina Bahamonde, hermana de Tito. Un hecho curioso ha convertido a esta mujer en objeto de reportajes y documentales televisivos: el hito fronterizo argentino-chileno se levanta en el medio de su jardín, dejando a su propiedad un pedacito en cada país.
Después del desayuno decidimos emprender nuestro largo regreso a Bariloche. El encargado de una empresa de cabalgatas -Agustín- nos acercó gentilmente en su camioneta hasta el camping "La Pasarela de John", ubicado a unos 10 kilómetros de la frontera. Desde allí, en otro vehículo nos arrimaron hasta la ruta 258, donde pescamos un micro que venía de El Bolsón.
El valle del Cochamó ya pasaba a ser historia y parte de mí quedaba atrapada para siempre en él. Tal vez en algún río, en algún lago, en alguna pradera, en lo más profundo de la selva valdiviana, o simplemente en aquellas charlas de fogón protagonizadas por quienes compartimos los mismos sueños.
Acampamos esa noche entre el puesto de Gendarmería y la casa de Etelvina Bahamonde, hermana de Tito. Un hecho curioso ha convertido a esta mujer en objeto de reportajes y documentales televisivos: el hito fronterizo argentino-chileno se levanta en el medio de su jardín, dejando a su propiedad un pedacito en cada país.
Después del desayuno decidimos emprender nuestro largo regreso a Bariloche. El encargado de una empresa de cabalgatas -Agustín- nos acercó gentilmente en su camioneta hasta el camping "La Pasarela de John", ubicado a unos 10 kilómetros de la frontera. Desde allí, en otro vehículo nos arrimaron hasta la ruta 258, donde pescamos un micro que venía de El Bolsón.
El valle del Cochamó ya pasaba a ser historia y parte de mí quedaba atrapada para siempre en él. Tal vez en algún río, en algún lago, en alguna pradera, en lo más profundo de la selva valdiviana, o simplemente en aquellas charlas de fogón protagonizadas por quienes compartimos los mismos sueños.
.
(1) También es posible salir de allí bajando por el río Torrentoso y remontando luego el Manso, pero son uno o dos días más de marcha.
Agradecimientos:
A Silvina, del Refugio Cochamó, y a Asegurator, de Santiago de Chile. La información brindada por ambos fue clave para que pudiéramos largarnos tranquilos a realizar esta travesía.
Links consultados:
www.patagonia-asegurator.blogspot.com
www.cochamo.com
www.cochamo.cl
www.gpsmagazine.com.ar
Comentarios
El Arco ... precioso, los alerces del camino,la vegetación tupidísima, las diferentes variedades de hongos en todas partes ... creo que debe haber especies que aún no están identificadas ... maravilloso trayecto ... ¿la gente? ... nada que hacer!! ... más cálidos y cariñosos imposible!! ... el agua del Lago Vidal ..... grrrrrrr... casi escarcha!!! .. pero hermosísimo. Inolvidable.
Un abrazo.
conoces otro viaje parecido a este y al paso vuriloche? estoy pensando ir este verano x ahi.
Uno de los trekkings más lindos que hice en la zona fue el del valle del río Puelo. Entramos desde el lago homónimo, en Argentina, y salimos al estuario de Reloncaví. Si hiciste la travesía por el Manso seguramente recordarás el tramo a través del lago Tagua Tagua. En aquella época estaban construyendo la ruta a Llanada Grande y probablemente hoy en día haya perdido parte de su encanto (encanto para nosotros, los caminantes; los automovilistas agradecidos).
Otro trekking muy bonito es el de las Termas de Callao, dentro del Parque Nacional Pérez Rosales. Entrás por el lago Todos los Santos y salís por el Rupanco. En estos días estoy por subir info de esta travesía.
Saludos!
Fuí en la segunda quincena de febrero y, como dice CATA, por suerte no sufrimos a los tábanos.
¿Sugerencias? Preparate para el barro, sobre todo los primeros días. Llevá una capa para lluvia. Averiguá sobre puntos de abastecimiento de víveres durante el recorrido. Esto es fundamental para no ir demasiado cargada. Cuando yo lo recorrí había pobladores en La Junta, en el lago Vidal Gormaz y en el valle del río León.
Te recomendaría que entres a:
http://www.cochamo.com/cochamo/?lan=sp
Allí vas a encontrar información más actualizada.
Saludos y suerte!
Gracias.
Federico
El mapa que mencionás no lo vas a conseguir en ningún lado porque lo hice yo con la compu.
Para hacerlo saqué la info de otro mapa que compró un amigo en Puerto Montt.
Saludos!
Gracias
Fabi
Este trekking se puede hacer sin guía, de hecho nosotros lo hicimos de esta manera. La senda estaba bastante bien marcada y excepto uno o dos pasos confusos entre El Arco y el lago Vidal Gormaz, no vi chances de perdernos. De todas formas sería bueno que contaras ya con algún tipo de experiencia como para poder sobrellevar mejor algunas cuestiones (lluvias, barro pegajoso, cruces de arroyos, esfuerzos físicos prolongados, correcto cálculo de las provisiones, etc.).
Saludos y no dudes en consultarme por cualquier otro tema.
En principio te aclaro que esta travesía la realizamos en febrero de 2007, con lo cual desconozco en qué estado se encuentra el sendero en la actualidad. Suponiendo que está exactamente igual, me parece que la cosa no pasa por el estado físico sino por la incomodidad de acarrear una bici pesada por sectores con mucho barro (o directamente agua) y pendientes pronunciadas. Y fíjate hasta qué punto esto último que ni los caballos se animaron a bajar al valle del León, jaja!!
Te aclaro que es mi opinión; por ahí hablás con algún biker súper osado y te dice que es una experiencia maravillosa. Son gustos... En cuanto a tiempos no sabría decirte.
Saludos y aquí estoy para cualquier otra consulta.
La respuesta a tu pregunta la podés encontrar justo arriba de tu comentario. En resumen, si venís desde Argentina, hasta El León no vas a tener ningún problema, es un camino de coches. A partir de allí la cosa se pone áspera, ya sea encarando por el sendero a Cochamó o bordeando el río Manso. Si tu objetivo es solamente hacer el cruce, me parece que es mejor caminando. Ahora, si tenés que cruzar a Chile sí o sí con la bici, tal vez sea mejor hacerlo por otro lado (Pérez Rosales, Puyehue, Futaleufú...) Yo creo que te convendría consultarle a alguien que lo haya hecho en bici.
Saludos!
Te cuento nuestro cronograma de viaje.
Día 1: Puente río Cochamó (ruta)-La Junta (aprox. 7 horas).
Día 2: La Junta-El Arco (aprox. 6 horas).
Día 3: El Arco-Lago Vidal Gormaz (aprox. 8 horas).
Día 4: Descanso.
Día 5: Lago Vidal Gormaz-Frontera (aprox 11 horas).
Día 6: Frontera-Bariloche. Este tramo lo hicimos en vehículos y dividido en 3 etapas, como explico en el relato.
Yendo a tu segunda inquietud...
Es necesario contar con un estado físico aceptable. No estás frente a un "Iron Man", pero la pateada es larga y con pesada mochila al hombro se siente el cansancio. Que yo recuerde, la única subida fuerte es la del cordón del Vidal Gormaz. El resto son trepadas cortas y poco exigentes. Pensá también que las travesías en este tipo de lugares tienen un valor agregado que es la lluvia, el barro y la vegetación cerrada. Esto te provocan otro cansancio, el mental.
Saludos y escribime por cualquier otra consulta.