Bariloche en otoño, una deuda pendiente

A mediados del pasado mes de abril me escapé unos días a Bariloche con el objetivo de conocer el bosque patagónico en otoño. Realicé el ascenso al Filo de las Cabras, en el cerro López, y al refugio Frey, en el Catedral. Más allá de los paisajes, esta época del año es muy especial, debido a que gran parte de la vegetación abandona su clásica tonalidad verde para teñirse de ocres, amarillos, naranjas y rojos.
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Para los que no lo conocen, el Filo de las Cabras es un contrafuerte del cerro López que separa a la hoya donde se encuentra el refugio homónimo del valle del arroyo Goye. Su altura ronda los 1.800 metros sobre el nivel del mar y se puede subir y bajar tranquilamente en el día.
El sendero arranca sobre la ruta que conecta Colonia Suiza con el Circuito Chico, casi a mitad de ambos. Los primeros metros transcurren por el mismo camino de autos que sube hasta el refugio/restaurant Extremo Encantado, pero al llegar a un contenedor amarillo ubicado sobre la derecha es posible meterse por detrás de él y continuar por una picada tradicional.
Durante hora y media, camino y picada se "tocan" varias veces, hasta que al llegar a una especie de garita hay que mudarse definitivamente al primero. Allí nomás, a pocos metros, está Extremo Encantado.
A partir del refugio sólo hay sendero, y en otra hora y media de trepada fuerte se pasa primero por la Piedra de Asterix y se accede luego al filo.
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El refugio Frey, en cambio, casi que no necesita presentación, ya que es uno de los lugares más emblemáticos y visitados de las montañas de Bariloche (ver aquí). El sendero comienza detrás del estacionamiento de las pistas de ski del cerro Catedral y el tiempo de subida promedia las 4 horas. Desde el Frey también es posible continuar hacia el refugio San Martín, a orillas de la laguna Jakob (ver también aquí). En mi caso realicé un acercamiento hasta las agujas del Catedral, enormes paredes de granito muy apreciadas por escaladores nacionales y extranjeros.



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